Mitologia Griega
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Tras haber eliminado a Cronos, los tres hermanos triunfantes, Zeus, Poseidón y Hades, tuvieron el problema de repartirse el imperio; pusieron en el interior de un yelmo tres símbolos y confiaron en la suerte. Al primero le correspondió el cielo, al segundo el mar y al tercero los Infiernos. Tierra y Olimpo, en cambio, se consideraron territorio común a los tres. Veamos cómo nos relata Homero el sorteo, en palabras de Poseidón: Tres hijos varones nacieron de Cronos y Rea: Zeus, yo y el tercero, Hades, que reina sobre los muertos. El mundo se dividió en tres partes, una para cada uno de nosotros: a mí me tocó en suerte habitar siempre en el mar que blanqueó la espuma; a Hades, en cambio, las sombras y la niebla, y a Zeus el inmenso cielo, en el éter siempre entre las nubes, en tanto que la Tierra y el Olimpo nos pertenecen en común a los tres. (Ilíada, XV, 187 y sig.) En una antigua ánfora griega se puede ver a los tres hermanos en el momento del sorteo: Zeus tiene en sus manos el rayo, Poseidón el tridente y Hades el yelmo que lo vuelve invisible. El pintor del recipiente, al no poder representar la invisibilidad, nos lo muestra con el rostro vuelto hacia la parte opuesta. Efectivamente, la palabra hais, o haides o hades significa «invisible», y también «aquel que vuelve invisibles a los demás». Allá abajo, en los Infiernos, estaba absolutamente prohibido mirar a la cara a Hades o a su esposa Perséfone: quien transgredía esa prohibición se volvía, a su vez, invisible. Intentemos ahora describir el reino de la Ultratumba, teniendo en cuenta las distintas descripciones de los pricipales «infiernólogos". Nunca se ha sabido bien dónde se encuentra su entrada. Los que han tenido la suerte de hacer alguna visita más o menos rápida, para salir luego «a ver nuevamente las estrellas»,' es decir, Orfeo, Heracles, Teseo, Ulises, Eneas y Dante Alighieri, nunca han sido demasiado explícitos al respecto. Hay quien habla de 'un bosque de blancos chopos a orillas del río Océano' (Pausanias, X, 28 1), o de «umbríos sitios del Tenaro, promontorio de la Laconia» (Biblioteca de Apolodoro, II, 5 16), o de «una profunda caverna de vasta abertura, protegida por un lago negro y las tinieblas de los bosques» (Virgilio, Eneida, VI, 236), o, por último, de 'una selva oscura' (Dante, Infierno, 1, 2).

Con las palabras «luego salimos a ver nuevamente las estrellas» cierra Dante el canto xxxiv y último del Infierno en su Divina Comedia. En lo que todos están de acuerdo es en que justamente donde empieza el Más Allá está el Aqueronte, río tenebroso, con un barquero más tenebroso todavía, llamado Caronte, que, además, pretende que le paguen el viaje. Por eso, los griegos tenían la costumbre de poner una moneda en la boca de los cadáveres, a fin de que estuvieran en condiciones de pagar el transporte.

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